En su libro Herein Is Love, Reuel Howe dice: “Si existe alguna perspectiva indispensable con la cual deben comenzar su vida juntos una joven pareja, ésta consiste en que ambos deben intentar, a toda costa, mantener las líneas de comunicación entre ellos”.
Desgraciadamente, no es nada raro que las líneas de comunicación se rompan. Estas roturas son a veces debidas que el marido y/o la mujer no quieren o no pueden hablar de lo que ocurre en sus vidas.
Pero este mismo resultado se produce a menudo cuando los componentes del matrimonio no escuchan atentamente cuando habla el otro.
No pueden existir sólidas líneas de comunicación si no se escucha con la atención debida. Piense en su propia norma de comunicación. ¿Escucha usted? ¿Cuánto oye usted de lo que se dice?
Se estima que una persona suele oír solamente el 20 por ciento de lo que se habla. ¿Qué hace falta para escuchar con eficacia? Escuchar eficazmente significa que cuando alguien habla usted no está pensando en lo que va a decir cuando el otro termine.
Por el contrario, usted debe captar todo cuanto dice su interlocutor. Como Paul Tournier manifiesta: “Que experiencia tan hermosa, grande y libertadora representa el que la gente aprenda a escuchar a los demás. Resultaría imposible subrayar hasta qué punto necesitan los humanos que se les escuche realmente.”
Escuchar es algo más que esperar cortésmente a que nos toque hablar. Es algo más que oír palabras. Escuchar de veras es recibir y aceptar el mensaje cuando nos lo envían, tratar de comprender lo que la otra persona quiere decir. Cuanto esto sucede, usted no se limita a decir: “Le escucho”. Usted puede decir: “Comprendo el significado de sus palabras”.
Aunque el escuchar se considera generalmente como una parte pasiva de la comunicación, en realidad no es así. Escuchar sensatamente es llegar hasta nuestro interlocutor, preocuparse activamente por lo que dice y por lo que quiere decir.
En su libro After You’ve Said I Do, Dwight Small señala que escuchar no resulta fácil ni natural para la mayoría de la gente. Nuestra preferencia innata no es escuchar. A muchas personas, lo que les gusta es hablar. Preferimos expresar nuestras ideas, pues nos sentimos más cómodos sentando nuestra postura, confirmando nuestras opiniones y sentimientos.
En realidad, a muchos no les gusta tanto escuchar cómo hablar y ser oídos. Es debido a esto que nos concentramos más en intervenir en la conversación que en prestar plena atención a lo que dice el otro. También, y con frecuencia, pasamos las observaciones de los demás por el tamiz de nuestras propias opiniones y necesidades.
Por ejemplo, una esposa dice que está cansada de las tareas domésticas. El marido oye lo que ella dice, pero el mensaje que recibe es interpretado como que la mujer se siente desgraciada porque no tiene la ayuda de que dispone su madre. Esto no es lo que la mujer piensa, pero es lo que el marido oye.
Desde que se casaron, a él le ha fastidiado el no poder proporcionarle a su esposa la ayuda que su suegro le proporciona a su suegra. Es fácil constatar cómo el mensaje ha sido falsamente interpretado. Los mensajes “filtrados” o “tamizados” raramente son exactos y se prestan a muchos malentendidos.
Cuando el marido y la mujer reconocen la importancia de escuchar objetivamente, prestándose mutua atención, están tomando grandes medidas para construir poderosas líneas de comunicación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario