Este es, sin duda, uno de los temas
duros de la vida. A su alrededor se han creado catedrales de malentendidos y no
pocas enfermedades asociadas a la necedad de continuar siendo víctimas de
quienes nos han herido.
Perdonar es la experiencia de paz y
comprensión que se siente en el presente. Se perdona al confrontar las reglas
rígidas que uno(a) ha trazado para el comportamiento de los demás, y al enfocar
la atención en las cosas buenas de la vida, no en las malas.
Perdonar no significa olvidar o
negar las cosas dolorosas ocurridas.
Perdonar es la poderosa afirmación
de que las cosas malas no arruinarán nuestro presente, aun cuando hayan
arruinado nuestro pasado.
Hay tres componentes principales que
motivan la creación de largos y dolorosos resentimientos:
* Tomar la ofensa exageradamente
personal
* Culpar al ofensor por nuestros
sentimientos
* Crear una historia de rencor
Piense en alguna herida personal
para así darse una idea de cómo lo aflige ahora. Cierre los ojos y piense en
aquel doloroso suceso por un momento.
Cuando recuerde claramente lo
ocurrido, piense o escriba brevemente un resumen sobre aquella experiencia. Cuente
la historia de lo que pasó, en el papel o en la cabeza.
Ahora analice lo que pasa cuando
piensa en ello hoy. Por ejemplo, ¿cuál es su pensamiento más recurrente al
recordar el suceso? Luego tenga en cuenta cómo se siente y fíjese cómo
reacciona su cuerpo al revivir el dolor.
Una vez consideradas sus respuestas,
por favor responda a las siguientes preguntas:
1. ¿Piensa usted en esa dolorosa
situación más de lo que piensa en las cosas buenas de la vida?
2. ¿Al pensar en ello siente
incomodidad física o alteración emocional?
3. Cuando hace memoria sobre el
particular, ¿lo hace con los mismos pensamientos?
4. ¿Repite la historia una y mil
veces en la cabeza?
Debe quedar claro que los rencores
no son señal de enfermedad mental.
Sentirse herido(a) tampoco es
indicio de estupidez, debilidad o falta de autoestima. Sencillamente significa
que no se está preparado(a) para afrontar las cosas de otra manera. Sentirse
herido(a) en la vida es normal pero difícil, y casi todos creamos rencores en
algún momento. Sin embargo, que sean comunes no significa que sean saludables.
Por más preparación que se tenga
para perdonar, hay momentos en que es útil -hasta necesario- sentirse
molesto(a). Puede ser que algún límite personal haya sido violado; podemos
hallarnos en peligro o haber sido maltratados.
Aun así, las situaciones que exigen
reaccionar con molestia son muy pocas.
Reaccionar movidos(as) por el dolor
sólo ayuda cuando ello soluciona el problema.
Ceder el poder
El error más grande que se comete
bajo el efecto de las sustancias estresantes es culpar de nuestra molestia a la
persona que nos lastimó. Al culpar a otros por nuestros sentimientos, les
cedemos el poder de controlar nuestras emociones. Seguramente tal poder será
mal usado y seguiremos heridos(as). Es alarmantemente alta la cantidad de
personas que le ceden poder a aquellos que nos los quieren.
Sentirnos mal cada vez que pensamos
en la persona que nos lastima se vuelve costumbre y nos hace sentir víctimas de
alguien más poderoso.
Responsabilizar a las personas por
sus acciones no es lo mismo que culparlas por nuestros sentimientos.
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